Polonia tiene paisajes hermosos y pintorescos


Los Cárpatos son la gloria del paisaje polaco. Por el Oeste se extienden los Tatras, que, selváticos y rocosos, no son ricos en minerales, pero en cambio poseen la belleza de las selvas vírgenes. En verano, sus faldas se cubren con flores silvestres; multitud de vacas y ovejas pacen en sus valles, y el aire está poblado con el rumor de las caídas de agua, el tintineo de las esquilas y el canto de los pastores. Las águilas doradas construyen sus nidos en las escarpas de granito, y las gamuzas y marmotas viven inquietas en compañía de los osos.

En invierno, una gruesa capa de nieve cubre la tierra. Los enebros y los pinos enanos desaparecen bajo ella, y los arroyos se abren paso entre ese manto de blanco reluciente. Entonces comienzan los deportes de invierno: los patines para hielo, los trincos y los toboganes hacen su aparición. La pequeña ciudad de Zakopane se ve invadida por deportistas, y los polacos se dan cita en ella.

Afortunadamente, la guerra no ha variado el paisaje polaco: las montañas y los valles lucen igual, y la Naturaleza ofrece los mismos encantos todos los años. Pero donde los cambios son verdaderamente notables es

en las villas y ciudades, sobre todo en estas últimas, algunas de las cuales fueron totalmente arrasadas durante la segunda Guerra Mundial.