Los años de miseria y esclavitud en las minas de Siberia


La mayoría de los prisioneros enviados a Siberia eran destinados a las minas, donde, encadenados a las carretillas que servían para el traslado de los minerales, permanecían por espacio de muchos años o durante toda la vida. Otras veces eran mandados a Siberia para poblarla; a éstos se les asignaba una determinada superficie de tierra para que viviesen en ella, pero no se les permitía regresar a sus hogares en Polonia. Algunos de ellos realizaban una magnífica labor entre las tribus nativas, enseñándoles labores y artes, y ejerciendo abnegadamente su profesión de médicos o maestros en esos lejanos parajes. Cierto polaco permaneció prisionero en la isla Sajalín por espacio de veinticinco años. Durante todo este tiempo se dedicó a prestar auxilio a los nativos, enseñándoles a usar las manos y la mente; los ilustró contándoles grandes cosas del mundo y de Dios, y curó a sus enfermos. Ellos fueron acostumbrándose a adorarlo: le traían ofrendas y quemaban incienso alrededor de su casa, y cuando tuvo que abandonar la isla, lloraron y chillaron como si fuesen niños.