Los terribles normandos que infundieron nueva vida a los pueblos antiguos


Con ser tan terribles, los normandos y sus descendientes, para con los países que atacaban, no dejaron de infundir a algunos de ellos nueva vida que ha continuado hasta hoy. Tenían la maravillosa virtud de adaptarse a las costumbres y lenguaje de los pueblos entre los cuales se establecían, y pronto lograron no diferenciarse de los naturales del país, como por ejemplo en Normandía, donde se convirtieron en verdaderos francos.

Entretanto, en las grandes y pequeñas penínsulas y en las islas situadas entre ellas, los tres reinos fueron progresando lentamente, y durante cuatro siglos, desde el x al xiv se mantuvieron independientes entre sí; aunque los reyes de Dinamarca, Sweyn y su hijo, Canuto el Poderoso, fueron realmente emperadores del Norte, pues gobernaron no sólo sobre Dinamarca, Noruega y parte de Suecia, sino también más allá del mar, hasta en la misma Inglaterra.

El padre de Sweyn había convertido a Dinamarca al cristianismo. Por aquel mismo tiempo hubo en Noruega dos reyes llamados Olaf, cuyos hechos de virtud ejemplar contribuyeron a que sus reacios súbditos abrazasen la religión de Cristo. El segundo Olaf, de la barba roja, es san Olaf, el gran héroe noruego de aventurera vida y de trágica muerte, y, por una y otra, de imborrable memoria entre sus bravos compatriotas.