Querella del papa Gregorio VII con el emperador Enrique IV


El emperador de Alemania, Enrique IV, desafiando a este nuevo papa, llamado Gregorio VII, se opuso a sus proyectos de absoluta independencia y le pidió que separara de sus cargos a algunos obispos que se habían opuesto a la autoridad imperial. Como Gregorio VII se negara, hizo declarar en el Concilio reunido en Worms que Gregorio no era ya papa, esto es, lo depuso de su altísima investidura. Gregorio contestó con el terrible castigo de la excomunión, lo cual significaba que el emperador quedaba fuera de la Iglesia y que ningún sacerdote podía asistirle.

Después de algún tiempo Enrique cedió, cruzó los Alpes y fue a Canosa, donde se hallaba Gregorio, para pedirle perdón. Era en el rigor del invierno, y Enrique tuvo que esperar tres días en la nieve, con los pies descalzos, sin más vestidos que un miserable y delgado sayal, tiritando de frío, hasta que el Papa se dignó recibirlo y perdonarlo.

Más combativo fue en cambio el emperador Federico Barbarroja. Este héroe de carácter altanero puso su espada y sus fuerzas al servicio de la cristiandad durante las Cruzadas, pero no vaciló en enfrentar al Papado, procurando que su país fuera independiente de toda influencia externa.