Cómo el gran ejército de Jerjes fue arrojado de Grecia


Dícese que, el mismo día de la batalla de Salamina, los griegos establecidos en Sicilia derrotaron completamente a los fenicios de Cartago, que habían desembarcado en aquel país. Al año siguiente diéronse otras dos batallas en un mismo día. Fueron, en primer lugar, la importante batalla de Platea, cuando los griegos contaban con el ejército más numeroso jamás reunido por ellos para combatir a las tropas persas escogidas, dejadas por Jerjes a su retaguardia; y en segundo lugar, la batalla naval de Micala, en el mar Egeo, entre Éfeso y Mileto. Ambas terminaron en brillantes victorias para los helenos; Jerjes no los molestó ya más.

Un grandioso porvenir esperaba a los griegos si hubiesen podido en aquella época unirse en una sola nación. Al derrotar y echar fuera a los ejércitos del poderoso imperio persa, habíanse levantado, desde su condición de pequeños Estados, cuya independencia era debida a la situación geográfica, a la condición de un pueblo valiente y libre, entre naciones esclavas de tiranos. Pero nunca estuvieron más lejos de toda unión.

Los espartanos y los atenienses permanecieron enemigos encarnizados, y la hegemonía de Grecia la poseían quienes la ganaban por las armas. A mediados del siglo v, cuando Pericles reconstruía Atenas, y Heródoto escribía la narración de sus viajes, aquélla levantaba su poderío, mas con ello se atrajo la enemistad de Esparta y Beocia; y cuando éstos y los espartanos la atacaron, poco a poco fue disipándose su grandeza. Así vino a desaparecer toda esperanza de unidad griega. Muchas fueron las batallas y asedios, revueltas y treguas que se sucedieron en el mundo helénico.