Se decide la lucha en el desierto en favor de los aliados

El 9 de noviembre de 1942 un gran ejército angloestadounidense al mando del general Eisenhower desembarcó en Argelia y en las costas del Marruecos francés. La campaña del desierto, que hasta ese momento se había desarrollado con altibajos para uno y otro bando, iba a decidirse. Estos desembarcos contaron con la ayuda de las tropas francesas allí estacionadas desde la rendición de su país. Apenas iniciados los movimientos de las tropas estadounidenses, el general Eisenhower asumió el mando conjunto de las fuerzas aliadas en África. La acción tuvo inmediata repercusión en el Continente: los alemanes, que hasta entonces ocupaban sólo media Francia, avanzaron hacia el Sur y ocuparon el resto. El grueso de la escuadra francesa anclada en Tolón estuvo a punto de caer en manos del enemigo. Sus oficiales y marineros, con un gesto sin igual en la guerra, prefirieron hundirla antes de entregar los barcos. Así, Alemania perdió el refuerzo que esas naves hubieran significado para su marina.

Los desembarcos en Argel y Marruecos cambiaron inmediatamente la situación: se libraron importantes batallas, y también fue grande la acción de los tanques en las llanuras del desierto, y el general Montgomery, jefe del 8º ejército británico, cuyas fuerzas se distinguieron en la campaña del desierto, sostuvo reñidos duelos con el mariscal Rommel. Pero la estrategia del jefe aliado terminó por triunfar sobre la astucia del zorro del desierto, como se apodara al jefe germano. Rommel terminó por batirse en retirada, y su último reducto fue la línea Mareth, defensas construidas por los franceses antes de la guerra, en el límite de sus posiciones con las italianas. Allí las tropas del Eje intentaron una última pero infructuosa resistencia. El victorioso general Montgomery pudo así eliminar el gran peligro que representaban las tropas del Eje en el norte de África y tenor un trampolín para una futura invasión de Europa. Los soldados alemanes evacuaron a África por vía aérea, y los italianos, encargados de retardar el avance aliado, debieron, ante la imposibilidad de su evacuación, rendirse. Desde la iniciación de la guerra, éste era el primer triunfo aliado, y una vez más se quebraba el mito de la invencibilidad germana.