Checoslovaquia pierde nuevamente su independencia

La República Checoslovaca, que nació de la unión de checos y eslovacos, reconocida por el tratado de Versalles, fue la segunda víctima de la doctrina del espacio vital. Checoslovaquia tenía una minoría de casi cuatro millones de alemanes y otra también numerosa de húngaros, que, incorporados a Checoslovaquia por la cesión de ciertas zonas a este país, deseaban formar nuevamente parte de su patria de origen. Estas minorías crearon problemas raciales y sostuvieron que sus derechos no estaban lo suficientemente garantizados bajo el imperio del mandato checo.

Alemania, con el pretexto de incorporar a sus minorías, pero puestas sus miras en la gran industria que Checoslovaquia desarrollara, emplazó a este país a aceptar su control económico. Como su independencia estuviera garantizada por pactos firmados con Rusia y Francia, Checoslovaquia recordó a estos países sus compromisos y movilizó sus ejércitos. Viendo que las exigencias alemanas no disminuían, Chamberlain, primer ministro inglés, se entrevistó dos veces con Hitler sin ningún resultado. Por último, en una reunión realizada en Munich el 29 de setiembre de 1938 entre Hitler, Mussolini, Chamberlain y Daladier, se concertó entregar a Alemania las zonas en que había minorías germanas. Apoyándose en esta concesión, Polonia ocupó a Teschen, y Hungría parte de Eslovaquia; ambos países adujeron también derechos de minorías no respetadas por los checos. En la reunión de Munich se acordó que lo restante de Checoslovaquia, una pequeña parte del país, sería libre. Sin embargo, el 15 de marzo de 1939 Alemania ocupó militarmente todo el país. Ante la promesa no cumplida, Chamberlain y Daladier, esperanzados todavía en apaciguar a Hitler, anunciaron que sus países no intervendrían, pero que lo harían si Alemania cometía otra agresión. Esta actitud, aunque pacifista, significó tolerar lo hecho en Checoslovaquia por las fuerzas alemanas.