Efectos de la bomba atómica; Japón se rinde incondicionalmente


La guerra en el Pacífico presentó características excepcionales. Las grandes batallas no eran decisivas como en el continente, pues se desarrollaban en islas o grupos de islas, y la ocupación de éstas no significaba un golpe mortal al poderío enemigo. Por ello, si bien los aliados iban victoriosos en su lucha contra el imperio japonés, mientras no ocuparan el territorio metropolitano no podían considerarse vencedores.

Una nueva arma, fabricada por los estadounidenses con la cooperación de sabios de varias nacionalidades, la bomba atómica, puso repentinamente fin a esta lucha. El 6 de agosto de 1946, el presidente de Estados Unidos, Harry Truman, anunció que la primera bomba atómica había sido lanzada sobre Hiroshima. El resultado fue terrible, pues la ciudad quedó prácticamente destruida y hubo centenas de millares de víctimas. La segunda de estas bombas, arrojada sobre Nagasaki, apresuró la rendición de Japón. Entretanto, en cumplimiento de acuerdos contraídos con los aliados, Rusia declaró la guerra a este último resto del Eje. El emperador nipón, ante el peligro de ver arrasado su país por las bombas atómicas, y frente a un nuevo rival, optó por aceptar la rendición incondicional y la ocupación de su país por tropas estadounidenses. Así caía, después de corta duración, uno de los imperios que más rápidamente se formara, víctima de su injusto afán de expansión.