La nueva constitución y la presidencia de Jorge Washington


Había terminado la Revolución y aunque la paz no se firmó hasta dos años después, nada hizo ya Inglaterra para proseguir la campaña iniciada en Lexington, en 1775.

Una vez conseguido el triunfo, empezaron las divergencias entre los vencedores: era preciso saldar una deuda de 43 millones de dólares contraída durante la guerra; el Congreso decretó, en consecuencia, varias contribuciones, pero nadie se mostró dispuesto a pagarlas, antes bien, se acusó de tiránico al gobierno y no eran pocos los que pretendían despojarlo de toda clase de facultades. No parecía sino que cada Estado pretendiese proclamarse independiente a su vez, rompiendo todo lazo con los otros, y en esto se distinguían los de Nueva York y Massachusetts. El Congreso, reconociéndose impotente para dominar la situación, acordó disolverse y convocar otro que se reunió a mediados de 1787. Este Congreso General votó una Constitución, que es la hoy todavía vigente, y eligió un nuevo gobierno, cuya presidencia fue conferida al ex generalísimo Washington.

Pronto pudiéronse advertir hondas diferencias en la manera de concebir la organización de la flamante República; aunque todos estaban contentos en la federación, pretendían los llamados federalistas que el pacto fuese firme y se dejase sentir el poder central sobre los poderes de cada Estado en particular, mientras los demócratas no querían que el gobierno central pudiera imponerse a los gobiernos particulares.

Coincidió la instauración de la república norteamericana con las guerras sostenidas por la Revolución francesa contra las potencias de Europa coligadas; y, aunque hubo muchos que deseaban intervenir en apoyo de la primera, triunfó la decisión del gobierno, empeñado en mantenerse dentro de la más completa neutralidad, para de esta manera sacar provecho del comercio con unas y otras naciones contendientes, medida que disgustó profundamente a los franceses, los cuales tachaban de ingrata a la Unión, olvidada de los auxilios que le habían prestado en la lucha.