Formación del imperio mongol y el rey Akbar


El hijo de Baber, Humayun, alcanzó una época de turbulencias y fue arrojado del país; pero cuando murió había casi logrado reconquistar su reino. Su hijo, Akbar, uno de los más grandes y famosos monarcas del mundo, llegó a someter por la fuerza de las armas a todo el Indostán, desde las montañas de Occidente hasta la costa oriental. Extraordinaria prudencia mostró en su reinado; apartándose de la conducta de la mayor parte de los reyes de la India, trató de reinar, no como déspota, oprimiendo al pueblo, sino extendiendo por igual su justicia a todos, así indios como mahometanos. Ocupó el trono cincuenta años, a partir de 1556 y, a su muerte, dejó un gran imperio, el más fuerte y mejor gobernado de cuantos había visto la India desde los lejanos tiempos de Asoka.

En sus días y en los de su hijo Jehanjir, visitaron la India numerosos viajeros europeos, quienes al volver a sus países refirieron maravillas de la corte del Gran Mongol. Jacobo I de Inglaterra envió un embajador a Jehanjir. Este monarca trabajó poco por el bien de la India, porque procuró más la satisfacción de sus propios placeres que el bienestar de su pueblo. Más sabio fue su hijo, Shah Jehan, quien edificó el célebre mausoleo Taj Mahal para su amada esposa.