El hogar del chino es un santuario impenetrable


Los chinos han procurado a todo trance amurallar su país, sus ciudades, sus casas y hasta sus jardines, para no ser vistos por nadie, y hasta las mismas ventanas de sus moradas se abren a jardines rodeados de vallas o paredes. Proceden así porque gustan de convertir en santuario impenetrable el interior de sus hogares, donde desean tener la más completa libertad. A veces las murallas de las ciudades han servido para evitar la entrada de animales dañinos.