La maravillosa Alhambra fue construida hace más de 600 años y aún maravilla


Luego, en Sevilla, los árabes levantaron el primer observatorio de Europa, y en Granada erigieron, más tarde, sobre una meseta, la que puede llamarse cumbre del esplendor de su raza: la Alhambra. Como todos los monumentos de estilo árabe, el exterior de la Alhambra de Granada es liso, pero el interior es una maravilla de las Mil y una noches, un palacio encantado, como podría haberlo concebido un hechicero oriental.

El famoso patio de los Leones y la cámara de la Sultana son verdadera poesía de la arquitectura: delicada, exquisita, perfecta. Su arte es un asombro para los ojos; deslumbra la imaginación con su infinita variedad de pormenores. Un solo defecto puede señalársele: no sugiere ninguna idea de vigor ni de fuerza. Es la obra de una raza brillante, refinada, voluptuosa, pero ya decadente. La Alhambra, edificada en el siglo xiii, es una fortaleza militar, pero el lujo del palacio hace olvidar los fines bélicos de aquel tiempo de lucha entre los árabes y los cristianos. Los que siguieron fieles a la Cruz fueron, al fin, la raza vencedora en la civilización, y aun superaron a los árabes en sabiduría, en fortaleza, en capacidad de progreso y elevación de ánimo.

Poco a poco fueron perdiendo los árabes su ascendiente en el mundo, al paso que renunciaban al interés demostrado en el cultivo de las ciencias y de las artes. Una escuela de fanáticos vino a sacar, en conclusión de sus estudios, que los grandes pensadores árabes habían traicionado las doctrinas de Mahoma. Y como esto, en cierto modo, era verdad -pues así se hizo inevitable con el natural desarrollo de la especulación filosófica-los más exaltados partidarios de la doctrina del Corán pusieron coto a la libertad ideológica en toda la extensión del mundo mahometano.

Desde entonces la gloriosa civilización de los árabes comenzó a declinar. La antorcha del progreso pasó a manos de las razas occidentales de Europa, forjadoras de un gran renacimiento del arte, de la ciencia y de la filosofía, en los siglos xii y xiii; y los europeos occidentales, vencedores de los árabes, echaron los cimientos de una civilización que aún está en vigencia.

El árabe se ha olvidado posiblemente de todo, excepto de la letra estricta de la religión mahometana y del orgullo de raza que Mahoma deseó superar. En muchos de los países donde se estableció, el conquistador árabe cruzó su sangre con la de los nativos, y perdió así el vigor que sus antecesores habían ganado con las fatigas y privaciones del desierto. Solamente en los desiertos arenales de la Arabia Central se halla todavía el verdadero árabe, hablando su lengua genuina y viviendo la vida viril de sus famosos antecesores.

Gustavo le Bon dice de los árabes que «con su influencia moral han civilizado a los pueblos bárbaros que habían destruido el Imperio Romano; con su influencia intelectual abrieron a Europa el mundo de los conocimientos científicos, literarios y filosóficos de que no tenía la menor idea, y han sido, durante seiscientos años, nuestros civilizadores y maestros».