La constitución del nuevo estado judío y la guerra árabe-israelí


Durante los años de guerra, a pesar de la prohibición británica, muchos judíos de todo el mundo fueron a Palestina y se refugiaron allí; y después de la victoria aliada, un comité angloamericano establecido para investigar la cuestión palestina, dio a publicidad un informe en el que se recomendaba la admisión de judíos refugiados procedentes de Europa.

Los británicos, sin embargo, rehusaron aceptar las recomendaciones de ese comité, pero permitieron entrar una cuota de 1.500 refugiados mensuales; la Haganah, organización clandestina de milicias judías, estableció entonces un sistema de inmigración ilegal en vastísima escala, y desde las costas de Europa fletáronse barcos que condujeron a las playas israelíes a hombres, mujeres y niños judíos desplazados de sus lugares de residencia por las consecuencias mediatas e inmediatas de la gran guerra que acababa de concluir. Gran Bretaña se dispuso a impedir el desembarco, y envió unidades de su flota a patrullar las costas de Palestina; los judíos que lograron burlar esa vigilancia, y penetraron en su “tierra prometida”, fueron encerrados en campos de concentración, en número mayor de 55.000. Estas circunstancias agravaron la tensión ya existente entre árabes y judíos, y el gobierno británico remitió el problema a las Naciones Unidas, cuyo informe recomendó que Palestina fuera dividida en dos estados: uno árabe y otro judío, políticamente autónomos, pero económicamente unidos, y que el sector de Jerusalén, disputado por ambos grupos, quedara bajo fideicomiso internacional.

El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronunció por dicho informe, e inmediatamente estallaron en Palestina actos de violencia y terrorismo en los que perdieron la vida numerosos soldados británicos. Los países miembros de la Liga Árabe -Siria, Egipto, Irak, Líbano, Arabia Saudita y Jordania-, constituida poco después del fin de la segunda Guerra Mundial, declararon que se opondrían a la partición del territorio de Palestina y que resistirían las pretensiones del sionismo. El conde Folke Bernadotte fue enviado por las Naciones Unidas como mediador especial, en un esfuerzo postrero para conservar la paz.

En los primeros meses del año 1948 existía general esperanza en que Gran Bretaña colaboraría, ordenada y pacíficamente, en la transmisión del poder, según la decisión votada por la O. N. U.; pero esa esperanza se desvaneció rápidamente, y la Comisión de las Naciones Unidas para Palestina se vio precisada a denunciar en varias oportunidades la falta de cooperación de los británicos y advirtió sobre el caos y la guerra que sobrevendrían a causa de esa actitud.

Fuerzas irregulares de los estados árabes vecinos a Palestina comenzaron a penetrar en el territorio y atacaron depósitos y transportes judíos; en vista de ello, la Haganah llamó a las armas a todos los que tuvieran sangre judía, entre los 17 y los 45-años de edad.

La lucha adquirió pronto las características de una guerra de proporciones; casi 100.000 británicos evacuaron Palestina; el flujo de petróleo proveniente de Irak, por oleoducto, hasta Haifa, quedó interrumpido; correo y transportes aéreos fueron suspendidos por los británicos, y rápidamente desapareció todo vestigio de gobierno organizado, por lo que el Vaad Leumi, o Consejo Nacional de Palestina Judía, resolvió erigir una administración provisional hasta la terminación del mandato británico. Finalmente, el 13 de mayo, el último gobernador general de Palestina, sir Alan G. Cunningham, se embarcó en un destructor anclado frente al puerto de Haifa, con lo que cesó totalmente el mandato de Gran Bretaña sobre la región.

Al día siguiente, 14 de mayo de 1948, se proclamaba en Tel Aviv la instauración de la nueva nación soberana, con el nombre de Estado de Israel -Medinat Israel- y la constitución de un gobierno provisional presidido por el doctor Chaim Weizmann, cuyo primer decreto derogaba todas las restricciones a la inmigración judía y ponía en pie los servicios esenciales. Como se preveía, la Liga Árabe rompió acto continuo las hostilidades contra Israel; encabezó la ofensiva el rey Abdullah de Jordania, y Palestina fue invadida por varios puntos simultáneamente. El conde Bernadotte fue asesinado por un grupo de judíos disidentes en el área hebrea de la Ciudad Santa, y las Naciones Unidas, en vista del gravísimo cariz que tomaban las cosas, decidió que la guerra árabe-israelí constituía una amenaza para la paz mundial y que, en consecuencia, el organismo de seguridad mundial tomaría toda clase de medidas, incluso sanciones y envío de tropas, para impedir que el conflicto siguiera desarrollándose. En febrero de 1949 se firmó un armisticio entre Egipto e Israel, y luego otro similar con Jordania; pero, aunque las Naciones Unidas impidieron la reanudación de la guerra, la Liga Árabe declaró un boicot económico a Israel, así como causó interferencias de todo orden que en más de una ocasión provocaron fricciones sangrientas.

Israel acrecentó su territorio con el sector conquistado en la guerra, en proporción casi igual al que tenia cuando el Estado fue delineado por las Naciones Unidas: Galilea occidental, la ciudad de Jaffa, la Ciudad Nueva de Jerusalen y el “corredor” hacia la Ciudad Santa quedaron desde entonces bajo la soberanía judía; la internacionalización de Jerusalen fue propuesta por el organismo internacional y sostenida por el Vaticano, pero el gobierno de Israel se opuso a ello tanto como los árabes. Finalmente, en abierto desafío, los judíos proclamaron a Jerusalen capital del estado israelí, en enero de 1950.