Los preludios de la guerra civil y la fundaciĆ³n del imperio


Muerta Isabel sin sucesores directos, ocupó el trono inglés Jacobo VI de Escocia, hijo de María Estuardo, a quien correspondía de derecho; y, merced a esta feliz circunstancia, quedó al fin realizada sin esfuerzo la unión de los dos reinos de la Gran Bretaña, soñada por Eduardo I, trescientos años atrás.

Con Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra comenzó en esta nación la era de los Estuardos, en que se echaron los cimientos del poderío colonial inglés. Por esta época todos los países del este del Atlántico tenían la vista y el pensamiento fijos en el Nuevo Mundo. Walter Raleigh, había tomado posesión de Virginia, nombre que él dio a la primera colonia inglesa en América, en honor de la reina Isabel, llamada la reina virgen; España, Portugal, Holanda y Francia, todas tenían dominios a ambos lados del océano; y la ambición de cada una de ellas de hacerse dueña de los mares suscitó una serie de guerras en que estuvieron envueltas durante doscientos años las cinco grandes potencias europeas y que, al fin, dieron el predominio a Inglaterra.

Jacobo I tenía ideas más autocráticas aún que los Tudores acerca de los derechos del poder de los reyes. creía que el soberano podía gobernar como le pluguiese, y que por el hecho de ser jefe del Estado no obraba mal haciendo su voluntad. Esta funesta creencia, que él transmitió a sus hijos, causó grandes trastornos en Inglaterra, cuyas libertades sufrieron menoscabo una vez más. Al mismo tiempo, la intolerancia religiosa determinó la emigración de los que preferían una forma de culto más sencilla que la usada en Inglaterra; y el episodio de los heroicos peregrinos del Mayflower, que arrostraron en un frágil barco las iras del Atlántico para ir a buscar en el norte de América la libertad que en el solar patrio se les negaba, es la condenación más terminante del sistema político de Jacobo.