La lucha entre el rey y el pueblo, y la digna muerte de un soberano


Cuando murió Jacobo I subió al trono su segundo hijo, Carlos. Disolvió el Parlamento y gobernó personalmente por espacio de doce años, durante los cuales fueron para él letra muerta las libertades de la nación, y numerosos ingleses hubieron de seguir el camino de los emigrantes del Mayflower a través del Atlántico. Carlos irritó al pueblo exigiéndole tributos que no legitimaba ley alguna; y cuando, por resistirse a pagarlos, fue procesado Juan Hampden, comenzó a exteriorizarse el descontento; finalmente estalló la amenazante tormenta. Alzóse el pueblo en armas y comenzó la lucha del Parlamento y el pueblo unidos contra e! rey y la nobleza.

Surgió entonces la primera figura de la época en la persona de Oliverio Cromwell, quien, abandonando sus haciendas de Huntingdon, corrió a ocupar su asiento en el Parlamento, organizó un ejército valiente y disciplinado, y se dispuso a llevar el peso de la campaña. "Confiad en Dios y conservad seca la pólvora", fue la orden dada cierto día a sus tropas al cruzar un río; y, con un hombre de su temple per caudillo, los famosos ironsides lograron hacer proezas, tanto que al fin de la guerra pudo él decir con justicia que jamás habían sido batidos por completo.

Las cosas marcharon mal para Carlos. La suerte no se le mostró propicia, y, de derrota en derrota, fue a caer al cabo en manos de sus enemigos. Hízosele comparecer ante un tribunal que le acusó de haber pisoteado las libertades inglesas y se lo declaró responsable de la sangre vertida por tal causa; condenado a muerte, supo sufrirla con una dignidad que conmovió aun a los que lo odiaban.