Dos reinados efímeros se suceden entre intrigas cortesanas


Sucedió a Enrique VIII su hijo Eduardo VI, niño de nueve años, cuya madre, Juana Seymour, había muerto poco después de darlo a luz. Eduardo, enfermizo y débil, sólo reinó siete años, durante los cuales ocurrieron en el país serios disturbios, de índole agraria y económica.

Mientras reinó Eduardo VI, el gobierno de Inglaterra estuvo primeramente en manos de su tío el duque de Somerset, que ostentó el título de Protector, y más tarde en las del señor de Northumberland, quien escaló luego el poder. Valiéndose de la intriga, el duque de Northumberland derrocó a Somerset, logró su ejecución, y, enseñoreado de la voluntad del débil monarca, fue arbitro del reino. Cuando vio que la vida de Eduardo se extinguía, el ambicioso duque persuadió al soberano a nombrar por sucesora a su nuera Juana Grey, en menoscabo de los derechos de María e Isabel, hermanas de Eduardo, y aun de María Estuardo, reina de Escocia, que, aunque extranjera podía ostentar por lo menos igual derecho que Juana, ya que una y otra eran respectivamente nietas de Margarita y María, hermanas de Enrique VIII. Juana Grey, mujer de claro entendimiento y además muy instruida, viose obligada por su suegro a aceptar la corona contra su voluntad, y a la muerte del rey fue proclamada. Sólo reinó nueve días, pues apenas María se dispuso a sostener su derecho, encontró apoyo en el pueblo y sin esfuerzo alguno ocupó el trono. Northumberland fue ejecutado, y más tarde lo fue también la infeliz Juana, cuyo único delito había consistido “no en ambicionar una corona, sino en no haber sabido rechazarla con suficiente entereza”. La hermosa joven sólo tenía diecisiete años .cuando su cabeza cayó bajo el hacha del verdugo.