El desastre que tan mal parada dejó a Francia


Algunos meses más tarde, por el mismo camino por donde había ido este formidable ejército, se arrastraba una miserable hilera de hombres harapientos, sumidos en la mayor miseria y abatimiento, durante ocho semanas enteras. De los hombres que faltaban, parte había perecido en el incendio de Moscú, muchos habían quedado prisioneros en Rusia, o bien sepultados bajo la nieve, y otros habían perecido en el hielo de los ríos. Napoleón, que hasta entonces nunca había fallado en la previsión de los más insignificantes pormenores, sino que lo disponía todo con la más admirable habilidad, pareció haber perdido de repente sus admirables facultades. Había olvidado cuan crudo es el invierno en Rusia; no tuvo en cuenta que el ejército vestía uniforme de verano y que debían llevarse abundantes provisiones para hombres y caballos, y no tomó precauciones para el caso en que sus planes no tuviesen el éxito esperado. Aún llora Francia la pérdida de grandes hombres que perecieron en la retirada de Moscú. Tan pronto como hubo salido de Rusia, dejó Napoleón su ejército y se apresuró a llegar a París, en donde, después de una desesperada lucha para conservar el poder, fue atacado por una nueva coalición y, derrotado en la sangrienta batalla de Leipzig, conocida como la “batalla de las naciones”, abdicó la corona y lo confinaron a la pequeña isla de Elba.