La corta vida que tuvo la república de Weimak


Después de la abdicación del kaiser Guillermo II, se constituyó en Berlín y otras ciudades alemanas el consejo de Comisarios del Pueblo, hasta que el dirigente socialista Ebert se hizo cargo del poder en forma provisional. Los primeros pasos de las nuevas autoridades fueron excluir a los comunistas del gobierno y lograr un armisticio con los aliados. La exclusión de los comunistas provocó una serie de levantamientos sangrientos, que fueron reprimidos por el ejército. Los social-demócratas y nacionalistas se acercaron a los socialistas moderados, ante el peligro comunista, que consideraron fatal para el país. Se realizaron elecciones para integrar una Asamblea Nacional, que ratificó el tratado de Versalles, el cual imponía a Alemania tremendas cargas de guerra y sancionaba errores que, un cuarto de siglo después, llevarían nuevamente a la juventud europea al campo de batalla. Alemania perdía un octavo de su territorio europeo, con casi 7.000.000 de habitantes, y todas sus posesiones coloniales, amén de ser desarmadas sus unidades navales y derruidas sus fortificaciones.

El segundo paso importante de la recientemente instalada Asamblea Nacional (o Reichstag), compuesta por diputados representantes del pueblo, fue la adopción de una constitución permanente para el Estado alemán. Alemania se erigía por ella en una república federal, cuyo presidente era elegido por sufragio universal para un período de siete años. El presidente designaba al canciller, que formaba el gabinete ministerial, el que era responsable ante e¡ Reichstag.

Poco antes de la promulgación de dicha constitución, estallaron sangrientos motines, sin que el gobierno fuera capaz de restablecer el orden. Se organizó entonces un movimiento de carácter nacionalista, integrado por junkers (antiguos oficiales de carrera), ex-combatientes, jóvenes de la clase media y trabajadores anticomunistas. Estalló una revolución, y Berlín fue sitiado por los revolucionarios, quienes proclamaron la dictadura del general Lüttwitz. Pero el movimiento fue abatido. En noviembre de 1923, el general Ludendorff, uno de los héroes de la guerra del 14, y un antiguo soldado de origen austriaco, cuyo nombre sería después símbolo de toda una época de Alemania, Adolfo Hitler, que daba sus primeros pasos en la política, dieron un golpe revolucionario en Munich, pero fracasaron y fueron arrestados.

La República de Weimar cayó al fin. Una tremenda crisis económica, seguida de una inflación como pocas se han visto en el mundo, aceleraron su fin. El presidente Ebert murió en 1925, y en su lugar fue elegido el mariscal Paul von Hindenburg, uno de los junkers más prestigiosos. Francia y Gran Bretaña vieron en esta elección la primera reacción del abatido espíritu alemán de posguerra, y temieron la resurrección del viejo militarismo prusiano.

El gobierno de Hindenburg aseguró el orden interno, conteniendo los desmanes de los comunistas; al propio tiempo comenzó una activación industrial, y se modernizaron algunos servicios públicos.

Entretanto, aquel ex-cabo que junto con el general Von Ludendorff fuera arrestado en Munich, había llegado a ser el jefe de un movimiento que se llamaba Nacional-Socialismo, o nazi, según abreviatura corriente.