El kaiser Guillermo, señor de la guerra


El reinado de Guillermo II duró 20 años, y durante su transcurso el mundo se vio envuelto en la primera gran conflagración que alcanzó a los cinco continentes. Algunos atribuyen mucha responsabilidad en el estallido de la guerra al soberano alemán; lo cierto es que el gran desarrollo industrial logrado por Alemania durante el reinado de Guillermo, la llevó a una seria competencia con Gran Bretaña, cuyos productos comenzó a desalojar de muchos mercados asiáticos y americanos. Al mismo tiempo la marina de guerra alemana fue de tal modo impulsada por el Emperador, que en 1913 era ya la segunda en potencia, inmediatamente detrás de la británica.

La población del imperio alemán creció en forma notabilísima, al amparo de mejores condiciones de vida.

En 1890 no había más que 24 ciudades con más de cien mil habitantes. En 1910 eran ya 46. Las crisis político-sociales fomentadas por los marxistas fueron contenidas en parte por los decretos de Guillermo II, que establecían los tribunales arbitrales para trabajadores; introducían el descanso dominical obligatorio; limitaban el derecho patronal a imponer multas al obrero, y reglamentaban el trabajo considerado insalubre, así como el de niños y mujeres. Intentó establecer comités de trabajadores que fuesen oídos en cuestiones de interés nacional y laboral, pero la resistencia de los patrones los anuló.

La triple alianza formada por Gran Bretaña, Francia y Rusia tornó angustiosa la posición de Alemania, cuyo pueblo comenzó a forjar la idea de que su patria estaba siendo encerrada en un cerco de hierro por potencias envidiosas de su engrandecimiento, y que era necesario una pronta expansión colonial.

El asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del Imperio Austro-Húngaro, país aliado de Alemania, desató en julio de 1914 la primera Guerra Mundial. En otro lugar de esta obra se relata su historia, por lo que aquí sólo habremos de detenernos en las consecuencias que ella acarreó al Imperio Alemán.

La prolongación del conflicto, los reveses de las tropas alemanas en los últimos meses, el fracaso de la guerra submarina y el descontento provocado por las privaciones fueron elementos de fácil utilización por anarquistas, comunistas y socialistas, que lograron crear un clima de oposión a la continuación de las hostilidades, que alcanzó a oficiales de la marina. Estalló una revolución, el Kaiser se vio precisado a abdicar y a emigrar a Holanda, donde residió hasta su muerte, en 1941, año en que pudo volver a soñar con el triunfo de las armas alemanas, pues en ese momento, durante la segunda Guerra Mundial, Alemania señoreaba en Europa.