El surginiento de una nueva ideología: el nazismo


En 1930 los nazis obtuvieron por primera vez un importante número de representantes en las elecciones para integrar el Reichstag, y cuando dos años después se realizaron elecciones presidenciales, Hitler surgió a la zaga de Hindenburg como el candidato más votado.

La depresión económica por la que atravesaba Alemania dio a los nazis motivo para redoblar su prédica, de carácter anticomunista v nacionalista. Algunos actos del gobierno de Hindenburg fueron severamente condenados. A los descontentos de las clases obrera y media les prometía Hitler un nivel de vida mejor, a los nacionalistas los atraía con la promesa de llevar a Alemania a la recuperación de su puesto de gran potencia. Después de las elecciones de 1932, los hitleristas tuvieron mayoría en el Reichstag, y a fines de ese año una coalición de nacionalistas, nazis y junkers, llevó a Adolfo Hitler a ocupar la cancillería en el gobierno de Hindenburg.

Cuando el anciano mariscal murió, en 1934, el poder de Hitler fue supremo. El Partido Nacional-Socialista se identificó con el Estado y dirigió la actividad de todos los sectores: políticos, económicos, sociales, educativos, culturales y militares. Jóvenes de ambos sexos fueron entrenados en organizaciones al efecto; la oposición fue aniquilada, y los partidos políticos opositores se disolvieron. Hitler sostenía que el hombre se hallaba al servicio del Estado, al que llamaba totalitario en el sentido de su omnipotencia para intervenir en todos los órdenes de la vida del país. Esto llevó a un choque con las iglesias cristianas, tanto la católica como la protestante. Los judíos fueron también perseguidos por la policía secreta, llamada Gestapo. Hitler les atribuía la derrota alemana en 1918, y los acusaba de conspirar contra el Estado Nacional-Socialista.

En lo relativo a la conducción de las relaciones exteriores, la diplomacia nazi se caracterizó por su extremada firmeza, y logró en poco más de un lustro reconstituir la nación alemana con todos los territorios que le habían sido arrebatados por el tratado de Versalles. En 1933 se retiró de la Liga de las Naciones, y en 1935 firmó con Gran Bretaña un pacto naval que autorizaba el rearme de la marina de guerra germana, prohibido por el tratado de Versalles. Al año siguiente firmó con Japón un pacto anticomunista, en el que también intervenía Italia, dirigida entonces por Mussolini. Con esta última se alió estrechamente, dando nacimiento al llamado Eje Roma-Berlín. Mientras tanto, Alemania se rearmaba En 1938 se realizó una compulsa al pueblo austriaco cuyo resultado fue la anexión de aquel Estado al Tercer Reich. La Conferencia de Munich, en setiembre de ese año, autorizó a Alemania a anexarse la región de los Sudetes, en Checoslovaquia; en marzo de 1939 todo ese país fue incorporado a la Gran Alemania. En setiembre de ese año, como resultado de las demandas germanas en pro de la reincorporación de la zona llamada corredor polaco, estalló la guerra que degeneraría en conflicto mundial, y que con el título de “La segunda Guerra Mundial” narramos en otro capítulo.

Al final de ella, Alemania, vencida, fue testigo del último acto del drama de un hombre que la alzó a las cumbres del poderío para precipitarla luego en el abismo de la derrota. Adolfo Hitler pereció con sus sueños de dominio, suicidándose entre las ruinas de su monumental Cancillería.