Las grandes plataformas donde se edificaron los templos de la opulenta Babilonia


La gran industria del país, dejando a un lado la agricultura, era la ladrillería, porque la piedra escaseaba tanto como abundaba la arcilla propia para hacer ladrillos. Se necesitaban enormes cantidades de este material de construcción, porque era costumbre levantar los grandes edificios, templos y palacios, a fin de verlos libres de las inundaciones, sobre colosales plataformas de ladrillos cocidos al sol. Para la fachada y la ornamentación se usaban ladrillos más duros, muchos de los cuales llevan inscriptos los nombres de los reyes, acompañados de descripciones de los monumentos que erigieron. También se solían circundar las grandes ciudades con anchas murallas de ladrillos. Mientras la arquitectura, la agricultura y el comercio se mantenían en estado tan floreciente, la población crecía cada vez más, y por fin hubieron de emigrar muchos hacia el Norte para establecerse como colonos en el valle más alto de los dos ríos, donde el terreno se eleva hasta el pie de las montañas y el clima es más saludable.

Levantaron grandes ciudades construyéndolas con sujeción al mismo modelo antiguo, y de ellas la principal fue Nínive, fundada a orillas del Tigris. Todas estaban asentadas sobre altas plataformas artificiales, a pesar de que había colinas naturales, y en su construcción se empleaba el ladrillo. Pronto estos colonos fueron lo suficientemente fuertes para separarse de Babilonia, y su nuevo país, regido por un soberano propio, tomó el nombre de Asiría, que significa tierra del dios Asur. Esto ocurrió hacia el siglo xviii antes de Jesucristo.