Fujiyama, famosa montaña japonesa de 3.700 metros de altura


Podríamos comparar con otras que hayamos visto, la mayor parte de sus hermosas montañas y de sus espumantes e impetuosas cataratas, de sus ricas planicies y amenos valles, y de los cortos ríos que las fertilizan; pero no hay en el mundo nada que pueda parangonarse con la misteriosa maravilla del Fujiyama, la montaña sagrada tan querida de los japoneses y reproducida por centenares de sus artistas. Álzase esta montaña solitaria, solemne y magnífica, ostentando su bella forma cónica, que se eleva hasta una altitud de 3.700 metros sobre el nivel de la planicie y mide más de 160 kilómetros alrededor de su base, junto al mar, y no lejos de Tokio, capital del imperio. Llámala Rudyard Kipling la nota tónica del Japón: tan grande es la impresión que causa cuando uno penetra en la bahía, y sobre todo si su cumbre está coronada de nieve, que no se derrite hasta agosto o setiembre. En sus vertientes inferiores crece una vegetación exuberante, compuesta de bellas plantas de toda especie.

Necesitante muchas horas para escalar la cima, aunque sea con auxilio de culis o jornaleros pero, al llegar a ella, ¡qué grandioso espectáculo se presenta a la vista, al contemplar aquella vasta extensión de fértiles llanuras y de relucientes aguas, hasta las más lejanas montañas! Esta ascensión de 3.700 metros nos da una idea de los cambios que se observan en la vegetación al viajar por millares de kilómetros hacia el polo. El clima, en la cumbre de la montaña, es igual al de la tundra, o tierra pantanosa, debajo de la cual crece una vegetación enana y endeble. Más abajo hállanse espesos pinares, tierras cubiertas de pastos y estepas, y finalmente, todas las producciones de las regiones templadas, como cebada, judías, guisantes, té, algodón y arroz.

Desde lo alto del Fujiyama puede contemplarse otra importante montaña, el Asamayama, volcán todavía activo. La mayor parte de las montañas japonesas son volcanes extintos, pero el Fujiyama arroja todavía una pequeña columna de humo, y en sus contornos se sienten frecuentes terremotos, que causan a menudo grandísimos perjuicios y pérdidas de vidas. Éste es el principal motivo por el cual los súbditos del Mikado construyen muy ligeras sus viviendas.

Hay en Japón un gran número de importantísimas ciudades, varias de ellas con centenares de miles de habitantes y no pocas con millones de ellos. Su capital, Tokio está edificada en la isla más extensa, llamada Nipón u Honshiu.