Persia se engrandece de nuevo, al cabo de centenares de años


Casi diez años después surtió efecto la tan escrupulosamente preparada y tanto tiempo aplazada insurrección de Persia, que logró sacudir el yugo y hacerse independiente. Artabano fue asesinado, y empuñó las riendas del nuevo imperio persa, o Sasánida, el rey Ardexir, o Artajerjes I, descendiente de la antigua estirpe real.

Por espacio de seis siglos habían permanecido los persas sometidos a la coyunda extranjera: primero, a la de Alejandro y sus sucesores; después, a la de los partos. Pero jamás se apartó de sus mentes durante todo ese tiempo el recuerdo de sus antiguas glorias, la pureza superior de su religión, ni las esperanzas de su raza.
En esta época fue cuando se pusieron por escrito los sagrados preceptos y sentencias que pueden ser leídos hoy día en el Zend-Avesta, o Biblia de los persas, que sigue siendo aún la guía de muchos hombres virtuosos y cultos: los parsis de Persia y la India.

Artajerjes, al restablecer el gobierno, diole una forma muy semejante a la estatuida por Darío el Grande. Muchos objetos y obras de arte de los tiempos sasánidas se han recuperado de entre las ruinas de sus grandes ciudades, y nos dan a conocer cuan grande eran la riqueza y magnificencia y el amor a lo bello en estos siglos de resurgimiento nacional.

Muchas fueron las guerras que tuvieron que sostener los reyes de la dinastía sasánida, algunos de los cuales fueron excelentes generales. Entre ellos sobresalieron dos monarcas llamados Sapor y otros dos denominados Cosroes. El primer Sapor obligó a rendirse con todo su ejército al emperador romano Valeriano, suceso que fue inmortalizado en una escultura grabada en una inmensa roca.