El gran ejército compuesto de soldados de cuarenta y seis naciones


Mostróse Darío más furioso y decidido que nunca cuando recibió la noticia de la derrota de Maratón, y juró no descansar hasta que los insolentes atenienses fuesen conducidos a Susa cargados de cadenas. Despacháronse por todos los caminos rápidos mensajeros a pedir a los gobernadores de las provincias que enviasen hombres y dinero; pero antes de ver realizados sus planes, sobrevino la muerte a Darío, y le sucedió en el trono su hijo Jerjes. Era éste un joven apuesto, de carácter alegre, que sentía más afición a la molicie y los placeres que a las empresas bélicas; de suerte que, al principio de su reinado, creyóse que no volvería a pensarse en la conquista de Grecia. Pero, al fin. fue persuadido a proseguir la obra de su padre; a tal efecto se llevaron a cabo preparativos enormes para la invasión. El ejército reclutado fue tal vez el más numeroso que jamás se ha visto en el mundo. Refiérese que cuarenta y seis naciones enviaron sus mejores soldados, entre los cuales había hombres de todos los colores: negros de África y blancos y cobrizos de las regiones más distantes de Asia. Y estos soldados, con sus diversos trajes y armas, marcharon a la guerra a pie, a caballo, en elefantes, en camellos y en barcos.
Jerjes mismo iba en el centro de sus huestes, acompañado de un numeroso séquito de criados y cortesanos, y rodeado de todas las comodidades y el lujo que las más fabulosas riquezas podían proporcionar a un soberano. ¡Qué diferencia con los días de sus pobres, frugales, vigorosos y afortunados antecesores!
Empleó el ejército siete días y siete noches en cruzar el doble puente de
 barcas, tendido al efecto a través del Helesponto, y arruinó a su paso hacia Grecia numerosas ciudades que tuvieron que suministrarle la enorme cantidad de alimentos que aquella muchedumbre necesitaba, aunque no fuese más que para una sola comida.