Caída de la monarquía persa y encumbramiento de Alejandro


Una de estas principales señales eran las intrigas y luchas entre nobles y príncipes, que llegaron a su punto culminante cuando los dos hijos de Darío II se disputaron el trono. Ciro el Joven, convencido de que los soldados griegos eran mejores que las tropas reclutadas en diferentes regiones de Asia, tomó a sueldo a 13.000 griegos para que lo ayudasen a luchar contra su propio hermano. Ciro perdió la vida, y su ejército fue derrotado en Cunaxa, cerca de Babilonia. Los griegos, cuyo número quedó reducido a 10.000, acaudillados por Jenofonte, luego famoso historiador, se abrieron paso hasta la costa.

Por espacio de algún tiempo mejoró bastante el estado de los asuntos de Persia, bajo el reinado del enérgico rey Artajerjes III, quien subyugó de nuevo a Egipto y sofocó numerosas sublevaciones de los países mediterráneos. Pero su reinado fue corto; pasó después la corona a Darío III, monarca de los más débiles e infortunados de Persia, el cual tuvo que hacer frente a un extraordinario capitán, famosísimo en los fastos de la Historia: Alejandro Magno.

Era Alejandro rey del estado griego de Macedonia. Su padre, Filipo, que conocía los relatos de Jenofonte y sus soldados, había muerto mientras meditaba los planes para la invasión de Persia, y Alejandro, que sentía verdadera ansiedad de llevarlos a término, los puso en ejecución sin demora.