La tierra de la eterna inmovilidad, donde muy lentamente cambian las costumbres


Durante millares de años los chinos han trabajado sin descanso, gozado de los bienes de la paz o soportado los horrores de la guerra, pero rutinariamente ocupados siempre en realizar los mismos menesteres, con los mismos instrumentos. A nosotros, acostumbrados a un cambio incesante de los métodos de trabajo, nos parece casi imposible tal inmutabilidad de las costumbres, esa obstinación en conservar los antiguos usos, pero no debemos olvidar que China es un pueblo que vivió por siglos agotado y oprimido. Su historia se inicia hace unos 4.000 años; es decir, que cuando Roma iniciaba su marcha imperial, cuando Jesucristo recorría las tierras bíblicas, China contaba ya con 2.000 años de existencia. En esos veinte siglos los chinos habían desarrollado una de las civilizaciones más completas de aquella época.