La penosa vida de los mongoles y la notable transformación operada en su país


Comenzaremos nuestro viaje por Mongolia, fijando la atención en lo vasto de su suelo, comprendido entre China y Siberia, en el que se extiende el desolado desierto de Gobi, sin árboles, sin agua; dos millones de kilómetros cuadrados, en el centro de Mongolia, totalmente inútiles para la vida, tanto del hombre como de los animales o de las plantas. Al Noroeste encontraremos los desfiladeros de los montes Altai, donde nacen muchos ríos que regarán fértiles valles.

La mayoría de los habitantes de Mongolia son pastores que crían sus numerosos rebaños en forma idéntica a la que siguieron sus antepasados, desde tiempo inmemorial; llevan una vida similar a la de aquellos hombres de otra edad histórica, porque en muchas partes del país las condiciones físicas y económicas no han variado, pese al aporte de algunos elementos brindados por la civilización. Los mongoles siempre fueron guerreros, valerosos e indomables, y tuvieron jefes prestigiosos y audaces que se distinguieron por su bizarría y por su táctica combativa.

Los hunos, pueblo que invadió a Europa y dio golpes definitivos a la estructura imperial de Roma, llegaron cabalgando desde el sur del lago Baikal, a las praderas conocidas como país de los pastos, que se extienden hasta las orillas del río Volga. Los terribles atentados que cometieron aquellas hordas en Europa perviven en los relatos del folklore europeo oriental. Los hunos pertenecieron a una rama de la raza mongólica.

Otra rama de los mongoles, los turcos, que estaban establecidos cerca de la cordillera Altai, tan rica en minerales, llegaron a ser muy poderosos, durante algún tiempo, en Asia Central, y se encaminaron también al país de los pastos, siglos después de Atila. Sabido es cuan grande influencia ejercieron en la historia de Asia Occidental y de Europa; cónstanos asimismo con cuanta facilidad y prontitud aceptaron los turcos el mahometismo, que parecía encajar sin esfuerzo en la psicología de su raza, pues apenas tuvieron noticia de esta religión, la abrazaron con un entusiasmo que no se debilitó en ellos por largos siglos y numerosas generaciones, hasta nuestros días.

Cuando Gengis-Kan, el Guerrero perfecto, se levantó en los primeros años del siglo viii, al frente de los mongoles, no solamente conquistó el resto del Asia Central sino también Persia y China. Sin embargo, hasta una centuria después de esta victoria los emperadores mongoles no se establecieron en China, fijando allí su trono, que se sostuvo durante un período de 200 años. Transcurrido ese lapso y cuando podían haber asegurado su supremacía y su gobierno, los mongoles fueron arrojados del trono, y convirtióse Mongolia en una provincia china.