Cómo muchos grandes hombres del pasado se volvieron ciegos


En la vejez, y, en ocasiones, antes de ella, el cristalino se vuelve opaco. Esta desgracia, como hemos dicho ya, ocurre principalmente en la vejez; pero existe una forma del mismo mal que sobreviene en la infancia y que se sabe ocurre y se transmite con toda regularidad de padres a hijos. La opacidad del cristalino ha recibido el nombre de catarata; su consecuencia es la ceguera, y tiempo hubo, y no muy lejano, en que no se conocía remedio para tan terrible aflicción.

Sabemos que muchos hombres eminentes de la antigüedad fueron ciegos en su vejez, siendo debida la ceguera, en muchos casos, a cataratas. En la actualidad, la ciencia ha vencido semejante calamidad, gracias a los que han estudiado la estructura del ojo y gracias a Pasteur y a lord Lister, que nos han enseñado a tener las heridas libres de microbios, para que así puedan cerrarse rápida y certeramente; así que hoy es posible practicar un corte en la superficie del ojo y otro corte en el saco que contiene el cristalino y extraerlo por ambos cortes, apareciendo en la mano del cirujano como si fuera una lentejuela de cristal deslustrado.