Los dos tubos por los que llega el aire a los pulmones


En lo referente a la construcción de nuestro cuerpo, es curioso el hecho de que de los dos conductos en él existentes, uno para el aire y otro para el alimento, aquél esté situado delante. A causa de esta disposición, todo lo que tragamos debe pasar primero por encima del orificio que conduce a los pulmones al penetrar por la abertura superior de la laringe, y esto puede parecemos una cosa sencilla a causa de la manera maravillosa en que tiene lugar el acto de la deglución, acto que resulta de la acción admirablemente combinada de muchos músculos y nervios. Si tratamos de hablar o reír mientras estamos deglutiendo, perturbamos la maravillosa armonía de este mecanismo, y entonces el bolo alimenticio no pasa ya fácilmente por encima de la abertura que conduce a los pulmones, sino que alguna partícula del mismo puede penetrar por ella.

Después de haber atravesado la laringe, el aire llega a la tráquea; este órgano es un tubo largo y redondeado que podemos todos advertir fácilmente palpándonos el cuello. Inmediatamente debajo de la parte más ancha de la laringe, lo que se llama nuez del cuello, o nuez do Adán, encontramos una especie de anillo que se puede tocar muy claramente y que forma parte aún de la laringe; por debajo de él vemos, o, mejor dicho, palpamos, un tubo que, avanzando en dirección descendente, se hunde a continuación en la caja torácica. Si seguimos palpando cuidadosamente con la yema de los dedos, no nos será difícil observar que dicho tubo está constituido por una serie de anillos; tal es la tráquea o conducto aéreo, que cuando ha descendido hasta cierta distancia por el interior del pecho, se divide o bifurca en otros dos tubos, uno de los cuales va al pulmón derecho y otro al izquierdo. Cada una de estas dos ramas de bifurcación, en cuanto llega al pulmón respectivo, se divide y subdivide en el interior del mismo como si fuera un árbol. Estas ramas de la división traqueal reciben el nombre de bronquios, nombre que nos será fácil recordar, porque cuando dichos órganos enferman, lo que ocurre muy a menudo, la afección recibe el nombre de bronquitis. Como fácilmente se comprenderá, a cada nueva división de los ramos y ramúsculos traqueales, éstos van siendo cada vez más pequeños y delgados, hasta que llegan a ser finísimos, terminando finalmente en una especie de botones que son unas celdillas que contienen aire, llamadas alvéolos pulmonares.