Los dos músculos que deben estar en perpetuo movimiento


Todo individuo respira por medio del diafragma. Al respirar, el diafragma recibe una orden del cerebro y se contrae, aplanándose; así actúa como una verdadera bomba de succión o aspirante: aumenta la capacidad del tórax obligándolo a expandirse, y el aire del exterior penetra entonces a ocupar el espacio sobrante.

En el mismo momento en que la contracción y el consiguiente aplanamiento del diafragma determinan esta aspiración de aire, el cerebro, como hemos visto ya, ordena que las cuerdas vocales se mantengan ampliamente separadas, a fin de que el aire pueda pasar sin la menor dificultad a través de ellas. La inspiración es, por consiguiente, un acto debido a la acción muscular, que requiere esfuerzo, y los músculos que a su realización contribuyen no deben cesar en su acción, so pena de cesar también la vida. Una persona puede permanecer durante años enteros en la cama, y puede además permanecer inmóvil en ella; en tal caso los músculos de las piernas, brazos, cuello y tronco permanecerán en completa inactividad; pero hay dos músculos cuya actividad es indispensable para el sostenimiento de la vida; estos dos músculos son el corazón y el diafragma.

La espiración, o sea, el acto de expulsar el aire que ha servido ya para respirar, es muy diferente. A no ser que tosamos, cantemos, hablemos, estornudemos o tratemos de expulsar alguna causa de obstrucción de los conductos aéreos, la espiración no exige esfuerzo alguno y en su producción no interviene músculo alguno. Se realiza simplemente por una sencilla acción de encogimiento, el encogimiento del pulmón, distendido por el aire inspirado, y el encogimiento o regresión de la pared abdominal, que, como hemos dicho ya, se hace prominente en el acto de la inspiración. Así, sin esfuerzo alguno, el aire es expulsado del pulmón, aspirándose inmediatamente una nueva cantidad de aire puro.