Qué sucede cuando una hoja no mira directamente a la luz


Este hecho corresponde a lo que sucede en nuestros ojos cuando miramos directamente un objeto, y la imagen del mismo se forma exactamente en aquel punto de la retina en el que vemos mejor, y del que prontamente nos ocuparemos. Pero cuando la hoja no da cara a la luz, no mira directamente a ella, como podríamos decir, el circulito brillante, que debería caer en el centro del fondo de las células, se forma en un lado, y aun podría suceder que no se formara en el fondo sino en la pared de la célula; y la vida de ésta no tarda en resentirse y sufrir los efectos provocados por el cambio que se produce en ella.

No hay que decir que estos descubrimientos han excitado en gran manera el interés de los sabios que se dedican a estas cuestiones; y, si bien en un principio se suscitaron algunas dudas, todas ellas se han desvanecido en la actualidad. En primer lugar, fue necesario demostrar que la superficie curva de la célula obraba, en realidad, como verdadera lente.

Tal demostración puede hacerse de dos maneras: o bien la superficie de la célula puede ser raspada, por decirlo así, hasta que quede lisa, o bien puede extenderse sobre dicha superficie un poco de agua y cubrirla después con una delgada lámina de cristal, de manera que el agua llene los huecos que existan entre las células y la hoja quede lisa, en vez de estar cubierta de centenares de ojos abiertos, listos para captar la luz.

Cuando se hicieron estos experimentos, se vio que la planta dejaba de obedecer a la luz; la hoja no se volvía ya para recibirla en la dirección normal; en una palabra, la planta no sentía ya de dónde venía la luz. Su vista había sido destruida, como lo sería la nuestra, si algo semejante se hiciera con nuestros ojos.

Más recientemente se ha demostrado de otro modo el poder de estos minúsculos ojos. Si estas células, con sus superficies curvas, obran como verdaderas lentes, con cuidado y habilidad será posible obtener con ellas fotografías; esto es, hacer que estas células obren como las lentes de centenares de diminutas cámaras fotográficas. Este experimento se ha hecho y se han obtenido excelentes fotografías; tan buenas que la persona fotografiada podía reconocerse cuando la imagen fotográfica obtenida era convenientemente ampliada o también cuando se la presentaba proyectada sobre una pantalla.

Este asunto es completamente nuevo y aún estamos en los comienzos de su estudio. Sin embargo, se ha abierto un nuevo capítulo en la ciencia de la vida maravillosa de las plantas. Aquí nos bastará decir que las plantas, que viven por la luz del sol, y de cuyas vidas dependen las nuestras, tienen ojos que utilizan para su vida y, en último término, para la nuestra. Estas cuestiones son del mayor interés, porque la vida animal depende de la vida de las plantas. Y ahora podemos entrar directamente en el estudio de la estructura y función del ojo en el reino animal.

En las más rudimentarias formas de la vida animal hallamos cierta correspondencia con la luz, puesto que vemos que unas especies de animales más sencillos se dirigen siempre de la luz a la sombra y otras especies, de la sombra a la luz. La organización de estos seres es tan sencilla que es inútil buscar en ella el menor indicio de que tengan ojos.