De los dientes y su relación con el tipo de alimentación


Los dientes de diversas especies de animales sirven de guía muy segura, aun sin contar con más datos, para indagar las costumbres del animal al cual pertenecen las quijadas. A nadie se le ocurrirá pensar que los dientes de la vaca, por ejemplo, hayan de ser iguales que los del tigre. El estudio de los dientes de los animales es muy útil para conocer cómo están agrupados por clases y de qué manera también se relacionan entre sí unas y otras especies. Todos los seres humanos tienen -en principio- igual número de dientes, de igual clase e igual número parcial de cada una.

Éste es uno de los argumentos que les han salido al paso a los qué solían afirmar que los salvajes y los negros son muy diferentes de nosotros y descienden, en una u otra forma, de seres distintos de nosotros. Además, los cráneos humanos más antiguos que se han hallado, algunos de los cuales pertenecen a épocas más remotas de lo que solíase calcular, tienen los dientes en la misma disposición en que hoy los tenemos todos. Esta disposición difiere algo, aunque no mucho, de la que se ha hallado en cualquier otra clase de seres animados, excepto en los monos superiores o primates.

Los cuadrumanos más parecidos al hombre tienen los dientes dispuestos como los de él. En los otros, esta disposición es ligeramente distinta.

Como todo el mundo sabe, en el curso de la vida pasamos por dos denticiones; en la primera nos salen veinte dientes, y en la segunda, treinta y dos. Los dientes de la primera dentición comienzan a aparecer a los seis o siete meses de edad, y los de la segunda empiezan a salir a los seis años aproximadamente, siendo de advertir que los cuatro últimos de los treinta y dos no lo verifican hasta que somos ya hombres, que es cuando se nos supone más juiciosos, y por esta razón se les llama muelas del juicio. Ambas mandíbulas tienen en cada uno de sus lados igual número de dientes y las dos tienen el mismo en total.