EN QUE CONSISTE LA VIDA


Hemos dejado a nuestros ojos espaciarse por el mundo de la vida, que es la cosa más maravillosa que conocemos, y gracias a la cual sabemos cuanto hemos aprendido. Sin embargo, con ser tan variada la vida, adondequiera dirijamos nuestra mirada, observamos que todo ser viviente está constituido por células vivas, unidas a los productos de las mismas células, tales como las cáscaras, el pelo y la madera; y vemos, por último, que todas esas células consisten en una misma cosa, que llamamos protoplasma. Es el protoplasma la sustancia más asombrosa que hay en la tierra, pues es la mansión de la vida. Desde hace más de cien años estudian los sabios el protoplasma: de qué esté hecho; cómo está formado; cómo vive; en qué consiste su vida, y qué es de él cuando muere. Estas páginas nos dirán lo que se ha llegado a saber dé esta maravillosa base de la vida.

Anteriormente hemos tratado de “la parte viva de las células vivientes”: Si no hubiéramos insistido sobre esa palabra viva, tal vez se nos habría ocurrido preguntar si la envoltura celular de las plantas está hecha de protoplasma, a pesar de saber que se llama celulosa. Debemos, pues, tener en cuenta, que la célula viviente, en virtud de su actividad vital, puede producir de sí misma toda clase de cosas que no tienen vida propia. La celulosa no vive; no está hecha de protoplasma, sino precisamente por el protoplasma.

La punta de las uñas, por ejemplo, no está viva; es una sustancia córnea elaborada por el protoplasma de las células de la piel en que está la base de la uña. La parte descubierta de los dientes no está tampoco viva; es una sustancia dura, casi tan dura como las piedras, e insensible al mismo tiempo, pero proviene del protoplasma, que es blando y viviente. La sustancia leñosa a la cual los árboles deben su consistencia, tampoco está viva, pero la elabora el protoplasma viviente de las células fibrosas. No viven tampoco las púas del puerco espín, ni las plumas del pájaro; pero proceden del protoplasma de las células que forman el cuerpo de esos animales y que tienen el fin y la facultad de hacer tan raras cosas.

En ciertos casos, la célula viviente, hecha de protoplasma vivo, se transforma gradualmente, como un todo en una sustancia muerta, en beneficio del cuerpo al cual pertenece. Así, cada vez qué nos lavamos las manos, arrancamos de la piel millones de pequeñas células! que se han movido hacia fuera desde las capas cutáneas interiores, empujadas por las células nuevas que se formaban debajo de ellas; éstas al llegar a la superficie han perdido ya todo su protoplasma viviente, juntándose para formar una especie de envoltura muerta e impermeable sobre nuestros cuerpos. En efecto, el microscopio nos revela con toda claridad que esta envoltura, cuya parte exterior arrancamos al lavarnos, se compone de células que antes habían tenido verdadera vida.

Ahora bien; antes de proseguir el estudió del núcleo de la célula, antes de averiguar cómo se forma y de referir las ¡cosas maravillosas que realiza, al par que crece la célula, es preciso que demos algunas explicaciones más acerca  del protoplasma, pues se trata de un asunto sumamente interesante.