Algunos de nuestros sentidos, que exceden en nobleza a otros


Hay una o dos excepciones de esta regla, excepciones que tienen un significado muy interesante. Al meditar sobre nuestros sentidos, no puede menos de repararse que unos exceden en nobleza a otros. Nadie puede dejar de convenir que es más noble gozar de la contemplación de un cuadro que gozar tomando una jicara de chocolate.

Si estudiamos el sentido del olfato en la serie animal, descubrimos que dicho sentido alcanzó su perfección en remotas épocas, cuando la vista y el oído apenas existían. Pero el sentido de la vista es de calidad incomparablemente mejor que el olfato, porque no sólo actúa a grandes distancias, sino que también nos informa acerca de miles de cosas sobre las que el olfato nada sabría decirnos.

Así, pues, parte de la historia del progreso de los seres vivientes se reduce al sucesivo perfeccionamiento del sentido de la vista reemplazando al olfato. En nuestra especie este hecho aparece claramente. El perro es un animal superior y sabemos el espléndido desarrollo que tiene en él el sentido del olfato. Pero en nuestros cerebros, la parte correspondiente a tal sentido, casi aparece anulada, siendo realmente tan pequeña, que costó mucho tiempo descubrir dónde estaba situada, al paso que la zona cerebral de la visión tiene un enorme desarrollo en nuestra especie.

Las grandes dimensiones de la parte posterior del cerebro humano débense a la grande importancia del sentido de la vista, pues en esta zona, en lo que respecta al cerebro, se localiza la función de ver. Sabemos ya que en nuestra especie el cerebelo está muy desarrollado; pero a pesar de ser así, la zona visual del cerebro ha adquirido un desarrollo tan enorme que el cerebelo queda completamente oculto por el cerebro, cuando observamos la masa encefálica por su parte superior.