Cómo el martillo, el yunque y el estribo conducen los sonidos al oído interno


Acabamos de decir que la función de la cadena de huesecillos es transmitir las ondas sonoras desde el tímpano al laberinto, o sea, el oído interno, o lo que es lo mismo, a través del oído medio. Por este motivo dicho oído medio debe estar lleno de aire; de lo contrario los huesecillos no podrían vibrar libremente. Cada vez que una onda sonora pone en vibración la membrana del tímpano, el movimiento se transmite al martillo a ella unido, y de este hueso a los restantes de la cadenilla. Cuando las articulaciones que unen entre sí los tres huesecillos que la componen se anquilosan, esto es, pierden la movilidad, la percepción del sonido queda aminorada. Esta anquilosis o inmovilización suele ocurrir en la ancianidad.

Encontramos, por último, en el oído medio dos músculos muy delgados, pero muy útiles. Sus respectivas funciones son opuestas y los ponemos en acción, aunque sin darnos cuenta de ello, cuando necesitamos oír un sonido con mayor o menor intensidad. Uno de ellos está de tal modo dispuesto, que pone tirante la membrana del tímpano; por lo que ésta vibra con energía mayor y podemos asimismo oír más perfectamente. Siempre que nos esforzamos en escuchar, ponemos el referido músculo en acción. En lenguaje científico se llama el tensor del tímpano, tensor tympani.

El otro músculo tiene una acción precisamente contraria. Se inserta en el estribo de tal manera, que cuando el referido músculo entra en contracción, impide la usual vibración del hueso. Así, cuando el referido músculo se contrae, impide que llegue el sonido hasta el oído interno, de manera que cuando un ruido es excesivamente intenso o desagradable, el músculo actúa. Cuando algo impide el perfecto funcionamiento del nervio correspondiente a este músculo, ciertos ruidos se hacen desagradables.

Esto es lo más esencial que debemos saber acerca del oído medio. Cuanto más profundamente lo estudiamos tanto más nos sorprende su maravillosa organización, y nos inclinamos a creer que nada tan exquisito existe en el cuerpo como el referido oído medio, hasta que entramos en el estudio del oído interno, comparado con el cual, el oído medio resulta casi trivial. Como ya dejamos dicho, el fin de la cadenilla de huesecillos es transmitir el sonido desde la membrana del tímpano hasta una formación semejante existente en la pared interna del oído medio, donde existe una membrana muy parecida, y al otro lado de ella se encuentra el oído interno. Éste está lleno de líquido, a través del cual el sonido llega hasta los extremos del nervio auditivo.

Nos imaginamos el sonido como una onda transmitida por el aire, y así es, en efecto, en la mayoría de los casos; sin embargo, la onda sonora, antes de alcanzar nuestro nervio acústico, se convierte siempre en una onda líquida. Este hecho resulta de un especial interés, si consideramos la historia del oído en las primeras fases de su desenvolvimiento en los peces, que oyeron y continúan oyendo el sonido por ondas transmitidas en el seno del agua.