Por qué tiene gran importancia para los oradores la correcta emisión de las consonantes


Volvamos al lenguaje. El primer deber de un orador, a diferencia de un cantor, es hacerse entender, y si estudiamos las palabras de cualquier idioma, vemos que la diferencia entre ellas es debida más a las consonantes que a las vocales. Así pues, la regla del orador es contraria a la del cantor. Aquél en ningún caso debe equivocar las consonantes. No debe bajar la voz al final de las frases ni de las palabras. Cabalmente a la terminación de la palabra es donde aparece la consonante que nos dice lo que la palabra es realmente. El orador afortunado y poco común es el que consigue pronunciar las consonantes con bastante claridad para ser entendido, sin verse obligado a sacrificar la música de las vocales. A tal orador da gusto oírle, porque satisface las dos necesidades de su auditorio: la necesidad de oír sonidos agradables y la de entender sin esfuerzo.

No necesitamos estudiar detenidamente las consonantes, si bien sabemos que pueden ser clasificadas, ya observando lo que ocurre en nosotros mismos o mirando a otras personas. Para cada grupo de consonantes se ponen en juego ciertas partes de los órganos del lenguaje. Por ejemplo, en la pronunciación de las letras b, p, f, v, intervienen los labios, y por eso se llaman labiales. Las dos primeras las pronunciamos mediante una ligera explosión de los labios, y la diferencia entre ellas no es debida a la violencia de la explosión sino a la rapidez.