Los ruidos de las grandes ciudades que destruyen la dulce melodía de nuestras voces


Otra causa de que nuestras voces pierdan su belleza es el crecimiento de las ciudades y de sus ruidos. Cuanto más estrepitosos sean los ruidos que nos rodean, más alborotadoras y penetrantes han de ser nuestras voces, y la música de ellas se deteriora en la calidad y en el tono. Cuando hay ruido alrededor de nosotros no podemos entretenernos en hacer agradable la voz; lo que nos interesa es hacernos oír. La cuestión del ruido afecta mucho a las voces de diferentes clases de personas.

Una persona que habla en alta voz, en tono áspero, como si temiera no ser oída, nos dice mucho de ella y del medio en que vive. Esto contrasta con la mujer que habla bajito, serenamente y con armonía. Hablando así, nos dice que está acostumbrada a vivir en una sociedad de paz y quietud, donde los unos no interrumpen a los otros, donde nadie grita, y que ella, evidentemente, prefiere no ser oída a hacer ruidos molestos. En la escena, quizás dolorosa, que Shakespeare escribió, pone en boca del desdichado rey Lear, hablando de su hija Cordelia: "Su voz era siempre suave y delicada, apacible y baja, cualidad excelente en una mujer".

Algunos niños de los que leen estas palabras, pueden creer que esto no tiene importancia; pero si esperan a ser desgraciados o a estar enfermos o a tener que vivir toda la vida con la misma persona, entonces conocerán la diferencia de esto.