Cómo podemos ver una cosa y, sin embargo, no verla


Cuando oímos un canto oímos una serie de notas de tono y duración diferentes que se suceden en un orden determinado. Sin embargo, en la audición no percibimos las notas como diferenciadas y sucesivas, sino que percibimos la melodía, la frase musical como formando un todo; sólo con gran esfuerzo podríamos disociar los sonidos que componen la pieza de música. Este ejemplo nos muestra una característica típica de las sensaciones. En ellas percibimos normalmente una unidad, una totalidad, el conjunto de una forma. Las cosas se nos imponen en un todo, y no está en nosotros no percibir en un canto sus frases musicales. Esta unidad original e intuitiva es, con todo, distinta de las sensaciones que la originan.

Atendamos ahora a otra característica de las sensaciones. Percibimos todos los días sonidos numerosos que oímos sin darnos cuenta de ellos; basta recordar el ruido de la calle en una gran ciudad. Igualmente, cuando miramos, son muchos los objetos que impresionan nuestra retina sin que nos demos cuenta de que los vemos. Ello nos dice que la multiplicidad simultánea de los sonidos o de las imágenes hace que no las percibamos, o que las percibamos tan mal que nos impresionan como imágenes borrosas de contornos indefinidos. Se ha observado también que lo mismo sucede si los sonidos o las imágenes impresionan por tiempo muy breve. En relación con esto, los psicólogos, que son los sabios que estudian estas cosas, han descubierto algo muy importante: muchas veces estos sonidos y estas imágenes que, al parecer, pasaron por nosotros sin dejar huella, como llevados por el viento, nos han marcado y están escondidos dentro de nosotros, aunque no nos dimos cuenta de cómo entraron. Ahí adentro, unas veces se unieron tranquilas, otras se mezclaron en tumulto a las imágenes y sonidos y sentimientos que guarda en su archivo la memoria. Cuando la evocación despierte el pasado, aparecerán por vez primera ante nosotros, pacíficas o invasoras, benéficas o dañinas para la pureza de nuestros recuerdos y quizás para la totalidad de nuestro psiquismo.

Recordemos, finalmente, otro hecho que se asemeja a lo que acabamos de explicar. Vemos por entre la multitud la cabeza de un amigo, y este estímulo determina la reproducción de los rasgos de la cara de ese amigo. En este caso vemos cómo al producirse una sensación actual surgen imágenes pretéritas que se funden con esa sensación en un todo armónico.

Los psicólogos dan nombres diversos a estos hechos que acabamos de estudiar. No interesa mencionarlos. Y, si nos detuvimos para analizarlos, ha sido porque así comprendemos la complejidad de nuestras sensaciones y porque todos ellos nos apuntan a un fenómeno fundamental de nuestra vida psíquica, la asociación. Como lo indica la palabra, asociación es hacerse socio, es decir juntarse elementos yuxtapuestos para formar un todo. Si recordamos los hechos que hemos expuesto, advertiremos que las sensaciones de que nos damos cuenta son, por así decir, asociación de sensaciones más simples. Más adelante diremos más cosas de la asociación, pero lo dicho por ahora basta.