EL AIRE PURO Y LA SALUD


Ya sabemos cómo y por qué respiramos. En estas páginas aprenderemos lo que le sucede al aire que penetra en nuestros pulmones y la mejor manera de efectuar la respiración en las condiciones debidas. Hemos de procurar no vivir en sitios donde el aire contenga demasiado anhídrido carbónico, porque de otro modo el que ya contiene nuestra sangre, producido por la combustión interna que se verifica en nuestro cuerpo, no podría desprenderse fácilmente y nos emponzoñaría. Tanto de día como de noche, necesitamos aire puro, a pesar de que hay gente que cree que el ambiente de la noche es pernicioso. Si viviéramos en una atmósfera mefítica, enfermaríamos todos, porque los pulmones no pueden defenderse contra el aire viciado, que no debemos respirar jamás, y menos aun, los niños, porque padecen más que los grandes los efectos de una ventilación deficiente.

Casi todos nos inclinamos a creer que el aire que respiramos pasa directamente a los pulmones; pero semejante creencia está muy lejos de ser cierta. La cantidad de aire que en realidad aspirarnos ordinariamente de una sola vez es apenas suficiente para llenar la cavidad que se extiende desde la nariz hasta el fondo de la tráquea. Y, aun cuando la nariz calienta y humedece el aire, no lo hace en grado tal como para que aquél se halle en condiciones de penetrar directamente en el fondo de los pulmones. Así pues, lo que renovamos al respirar es solamente la capa superior del aire que contiene nuestro aparato respiratorio. Lo demás se verifica por medio de lo que llamamos difusión, penetrando gradualmente el aire nuevo en los pulmones, en tanto que el ya usado va desapareciendo.

La diferencia que existe entre el aire aspirado y el espirado puede verse fácilmente. Mientras respiramos, el aire va perdiendo oxígeno y ganando al mismo tiempo anhídrido carbónico, agua, calor, y cierta cantidad de materias inútiles procedentes, normalmente, de los pulmones.

Cuando hacemos ejercicio, después de haber comido, despréndese de nuestros pulmones gran cantidad de anhídrido carbónico, sobre todo si ha habido en la comida mucha grasa y azúcar, porque estas materias entran en combustión rápidamente, produciendo aquel anhídrido carbónico. Por la noche nuestra respiración se efectúa con más lentitud; y los viejos respiran siempre menos que los jóvenes. En plena luz se respira con mucha más fuerza y más profundamente; hecho de capital importancia, que no debe olvidarse nunca. Cuando hace frío, respiramos también mucho más vigorosamente, ya que necesitamos elevar la temperatura de nuestro cuerpo para mantener la sangre caliente en el grado necesario y la respiración suministra el oxígeno suficiente para las combustiones que generan el calor del cuerpo.

Es sobremanera curioso observar la intensidad y frecuencia de la respiración en diferentes seres. Las aves canoras son entre todos los seres de la naturaleza los que efectúan esa función con mayor actividad. Esto no debe sorprendernos en modo alguno, si pensamos en la enorme cantidad de trabajo que hace un pájaro, así cuando vuela como cuando canta.

La posibilidad de respirar depende de que haya más oxígeno y menos anhídrido carbónico en el aire exterior que en la sangre. Es posible medir con exactitud la cantidad de anhídrido carbónico que hay en el aire y decir en qué proporción comienza a ser peligroso para nuestra vida. Si intentamos respirar aire cargado en demasía de anhídrido carbónico, el contenido en nuestra sangre no podrá salir, o si sale no podrá hacerlo con la necesaria rapidez, lo cual nos causará la muerte.

Hay en Italia una gruta, llamada Gruta del Perro, en la cual el aire contiene gran cantidad de anhídrido carbónico. Por ser este anhídrido más pesado que el aire, extiéndese en una capa por encima del suelo, resultando de todo ello que si entra un hombre en la gruta puede respirar en ella mientras se mantenga en pie, porque tiene la boca más alta que el nivel del anhídrido carbónico, en tanto que un perro caerá intoxicado porque tendrá la nariz debajo de la superficie del anhídrido carbónico y no podrá respirar con la requerida utilidad.