Sentimientos que se desarrollan con el transcurso de los años


Al paso que crecemos, las emociones o movimientos pasionales no desaparecen en nosotros, ni conviene que se extingan, porque son fuerzas impulsoras importantísimas, pero, bajo la influencia de la educación y la experiencia, adquieren otra forma distinta y más elevada, siendo esto uno de los principales caracteres que distinguen a la humanidad. En los hombres bien desarrollados, la cólera y el instinto de la lucha adquieren la forma de valor, energía, tesón y perseverancia. Si en nuestra senda hallamos dificultades, no hacen más que excitar en nosotros el deseo y la firme resolución de vencerlas. Vemos, pues, que la pasión de la ira, de igual modo que las demás, puede presentar formas bajas o también elevadas.

Y vamos a tratar ahora del más importante de todos nuestros instintos, sin el cual ningún ser humano podría sobrevivir más que unas cuantas horas al instante de su nacimiento. Este es el instinto propio de los padres, que se manifiesta con mucha mayor intensidad en las madres, aunque algunos padres lo poseen también en alto grado. Podemos llamarle instinto maternal, aunque su nombre más correcto debe ser instinto paternal, y, aun mejor, parental. A juzgar por lo que conocemos del mundo que llevamos dentro de nosotros y del que nos rodea, este sentimiento es la cosa más noble y elevada que existe, y no puede imaginarse nada que le supere; hasta el extremo de que no conocemos otra manera más perfecta de invocar a Dios que llamándole Padre, y decimos de Él que es Amor.