De cómo los impulsos desordenados de la cólera nos asemejan a los brutos irracionales


Entre los animales inferiores se observa generalmente que el instinto y emoción de que tratamos sólo se desarrollan entre las hembras cuando tienen que proteger a sus pequeñuelos; pero en estas ocasiones se manifiestan con terrible intensidad.

A nadie puede ocultarse la importancia que esto tiene, pues significa la protección del individuo joven para la conservación de la especie; y por eso el carácter de la hembra se nos presenta bajo un nuevo aspecto, que no habíamos podido sospechar, cuando se convierte en madre. Siempre nos imaginamos al tigre como un animal intrépido y terrible, y, sin embargo, es muy raro que se atreva a atacar a un elefante joven cuando le protege su madre, a pesar de que es posible que se decida a atacar a ésta si la halla sola en cualquiera otra ocasión.

Cuando nos hallamos bajo la influencia del instinto de la lucha y de la pasión de la cólera, se manifiestan a veces en nosotros ciertos signos demostrativos de que, a pesar de nuestra condición de seres racionales, no logramos sustraernos a las inclinaciones de la naturaleza animal. A veces levantamos el labio superior y nos reímos de un modo despectivo, profiriendo un sonido bronco; gesto que recuerda el de las bestias feroces cuando se disponen a morder. Como ocurre con los otros instintos, la época en que se manifiestan en su forma más pura es en la niñez. Criaturas hay que. sin haber visto el ejemplo o sugestión en otro ser, cuando están furiosas se abalanzan con la boca abierta a morder a la persona causante de sus enojos.