Lo que acaeció cuando Ned Land le arrojó el arpón


Con una rápida maniobra aproximóse hasta seis metros de la fragata. Ned estaba en la proa pronto a lanzar el arpón, y el monstruo volvía a brillar con una luz desconocida que nos deslumbraba. De repente, lanzó Ned el arpón que dio sobre un cuerpo duro. Apagóse la luz enseguida y cayeron sobre nuestra cubierta dos enormes chorros de agua. Siguió un choque terrible y yo me hallé acto continuo luchando con las olas. A pesar de ser buen nadador, costábame trabajo mantenerme a flote, y así la voz de mi fiel Conseil, que oí cerca de mí, me causó una alegría indecible. Él se había arrojado al agua detrás de mí; y como era más fuerte que yo, ayudóme a despojarme de mis ropas y me mantuvo a flote hasta que perdí el conocimiento.

Al volver en mí me encontré en la superficie de lo que parecía ser una isla flotante, y conmigo estaban también Ned Land y Conseil. Nos hallábamos sobre el lomo del misterioso monstruo, que, según pudimos apreciar, era de metal. No tardó en comenzar a moverse y nos embargó el temor de ir a parar debajo de él.

Como pareciera a punto de sumergirse, Land golpeó fuertemente con un martillo las planchas de metal. En el acto se abrió una escotilla, y saliendo por ella ocho enmascarados, se apoderaron de nosotros y nos metieron adentro. Cerróse una puerta detrás dejándonos en la más profunda oscuridad; pero, luego, una brillante luz eléctrica inundó la cámara, que tendría unos seis metros de largo por tres de ancho, y entraron dos hombres. Era uno de ellos alto de estatura, de rostro pálido, ojos negros y cuerpo admirablemente proporcionado.