El principio de otra gran tragedia en el océano


Quédeme profundamente impresionado al contemplar su aspecto mientras narraba estos hechos. Evidentemente no era el odio vulgar, que muchos sienten contra el prójimo, lo que había encerrado al capitán Nemo y a su tripulación en el Nautilus.

Nos remontábamos ya, dejando rápidamente en el fondo la tumba del viejo Vengador, cuando, al llegar a la superficie, pudimos ver a otro buque el cual se dirigía hacia nosotros. Un sordo estampido saludó al Nautilus al aparecer en la superficie del agua la parte superior del casco. Ned Land, pensando siempre en evadirse, distinguió que aquel buque era de guerra, tenía espolón y dos puentes; pero no enarbolaba pabellón alguno. Hubo un momento en que pareció que podía haber alguna probabilidad de evadirnos los tres. Ned dijo que estaba decidido a arrojarse al mar, si aquel buque de guerra se acercaba a la distancia de una milla. En aquel preciso momento dejóse oir otro cañonazo. Los disparos del barco de guerra se dirigían contra nosotros.

Pensé entonces que, como los tripulantes del Abraham Lincoln habían visto el efecto causado por el arponazo de Ned Land, al dar contra la metálica superficie del Nautilus, tenían que haber llegado a la conclusión de que su enemigo era un monstruo, pero no de los abismos del mar, sino realmente salido del cerebro humano. Los buques de guerra de todas las naciones debían ya a la sazón estar ojo avizor vigilando al Nautilus, y los que íbamos a bordo de él casi no podíamos contar con la más leve esperanza de misericordia.