Crusoe y su negrito emprenden un muy largo viaje


“Volvíme al muchacho, que se llamaba Xury, y le! dije: -Xúry, si me eres fiel, haré de ti un grande hombre, pero si me hacesj traición, té juro por Mahoma y las barbas de su padre que te botaré al mar.- Sonrióse el niño y se expresó tan inocentemente, que no me cupo ninguna sospecha de que habría de portarse con la mayor bondad y me acompañaría hasta los confines del mundo.

“Mientras tuve a la vista al moro que nadaba, me interné directamente en el mar, continúa, la historia, pero, en cuanto oscureció, me acerqué a la costa, solté las velas y al día; siguiente a las tres de la tarde recale, creyéndome cuando menos a 150 millas (277 kilómetros) al sur de Salé,

“Cinco días fui navegando hasta que me aventuré a saltar! a tierra. Eché el ancla en la embocadura de un pequeño río; no vi, ni deseaba ver a nadie; lo único que me importaba era tener agua que beber.”

“Llegué a la ensenada al caer la tarde y resolví ganar la orilla a nado en cuanto anocheciere. Entonces oímos tan espantosos aullidos de fieras, que le pobre muchacho se puso a punto de morir de miedo y me rogó que no saliese a tierra hasta el día siguiente, cuando clarease. -Bueno, le dije; no saldremos; pero tal vez de día hallemos hombres que sean para nosotros tan fieros como los más hambrientos leones.

“-Llevaos entonces el mosquete -respondió Xury.

“Nos veíamos de todas maneras obligados a llegarnos a la orilla fuera donde fuera, en busca de agua, pues apenas nos quedaba en la lancha. Xury me dijo que, si me parecía, podía dejarlo a él en la playa con uno de los cántaros de a bordo, por si hallábamos agua. Pregúntele si me iba a seguir, y me contestó que el afecto que me tenía lo obligaba a no separarse jamás de mí.

“-Si vienen los salvajes y me comen, que lo hagan, pero yo me voy contigo.

“-Bien, Xury -le respondí-, iremos juntos, y yo te aseguro que no nos comerán los salvajes.

“Le entregué a Xury algunas galletas y agua de la que contenían los cántaros del amo; condujimos la lancha tan cerca de la orilla como pudimos, y vadeamos el río hasta llegar a tierra sin más que nuestras armas y los dos cántaros.