Mil quinientos caballos conducen al hombre-montaña a la capital


Los médicos, por orden del emperador, habían mezclado un narcótico con el vino dado a Gulliver, quien nos hace después una entretenida descripción de la manera como fue llevado a la capital liliputiense, en un artefacto, ideado por un pequeño ejército de ingenieros y carpinteros, y tirado por mil quinientos caballos de los mayores que poseía el emperador. En las afueras de la capital había un antiguo templo, el mayor de todo el imperio. La gran puerta medía un metro y veinte centímetros de alto por sesenta centímetros de anchura, y por ella logró pasar arrastrándose. Sujeta la pierna izquierda con una cadena, estuvo algún tiempo Gulliver en el vestíbulo de este templo.

Visitáronle unos cien mil habitantes (le la ciudad; y no bajaban de diez mil los guardias que le vigilaban. Continuó echado en el suelo del templo unos quince días; y entonces mandó el emperador que le construyeran una cama, para la cual se necesitaron seiscientas de la medida ordinaria que en el país se usaban. Publicóse un edicto imperial ordenando que todos los pueblos, enclavados en un radio de ochocientos diecinueve metros de la capital, habían de dar de comer y beber al prisionero por cuenta del tesoro imperial, que pagaría las facturas que presentasen al cobro. La provisión al efecto estipulada era suficiente para mantener a unos mil setecientos veintiocho liliputienses.

Pusieron también a sus órdenes una servidumbre de seiscientos criados, y se nombraron trescientos sastres para hacerle vestidos a la usanza del país. La tierra parecía -dice- como un jardín sin término; y las fincas cercadas, que medían por lo general poco más de doce metros cuadrados, semejaban lechos de flores.

Publicáronse edictos mandando que todos los que hubieran visto al Hombre-Montaña, como se le llamó en el idioma del país, se volvieran a sus hogares y no se atreviesen a presentarse de nuevo a una distancia menor de cuarenta y cinco metros de la casa del hombre mencionado, sin obtener permiso de la corte, “con cuyo motivo los ministros cobraron honorarios considerables.”