Los trabajadores de un titán y cómo los llevó a cabo un pescador


Fueron de gran utilidad cuatro grandes vigas de madera, salvadas del naufragio. Atándolas por medio de un cabrestante consiguió hacerlas servir de cuña entre los dos pilares de roca, encima de los restos del buque. Formaban como unas j aceñas a través de un techo, y de cada una pendía izada una polea. El movimiento de estas poleas se verificaba por cuatro agujeros practicados en la cubierta de estribor y otros cuatro en la de babor, y otros ocho agujeros correspondientes a ellos en la quilla. Pasaban por los agujeros de cubierta sendos cables, los cuales bajaban hasta la quilla y pasaban luego por debajo de la carena, de donde eran llevados arriba, al lado opuesto, y detrás de las poleas izadas. Las cuatro poleas con un cable quedaban reunidas en un punto de las vigas, y funcionaban como una sola, de suerte que con un solo brazo se podía gobernar el conjunto.

La heroica faena del pescador distaba mucho de quedar terminada, aunque su obra fuera digna de un titán. Más de dos meses estuvo trabajando en su ruda y extraña tarea. Si hubiera podido verse, no se hubiese reconocido: tan terriblemente había cambiado en su labor marítima. La barba había crecido, eran largos sus cabellos, todo él estaba lleno de heridas y contusiones. No tenía más alimento que los mariscos, ni más agua que la de la lluvia y el rocío, que recogía en las grietas. Mordíale el hambre de continuo; la sed le abrasaba la garganta, y en todo tiempo padecía de frío.