El purgatorio


Contentos de respirar otra vez aire puro, nos acercamos a esta segunda región: el monte del Purgatorio, donde se purifican las almas de las manchas de la culpa, v se preñaran para su ascensión al Cielo. Catón, el antiguo romano, vino a nuestro encuentro, y siguiendo sus instrucciones lavó Virgilio con rocío la negrura que el infierno había dejado en mi cara, y me ciñó con un junco terso, símbolo de humildad. Mientras allí estábamos, llegó un ángel del cielo conduciendo en su barca a muchas almas a través del río de la muerte, hasta las riberas del Purgatorio.

Subimos la colina por un empinado y estrecho sendero, que entre altas rocas se abría paso; y mientras andábamos, vimos las almas de muchos hombres famosos, que habían diferido su arrepentimiento hasta la hora de la muerte. Llegó la noche y nos detuvimos a descansar, y en mi sueño fui llevado hasta cerca de la entrada del Purgatorio. Al amanecer, llegamos a la puerta, custodiada por un ángel que guardaba las llaves de oro y plata. Abrióla éste de par en par, y las notas melodiosas del Te Deum se esparcieron por doquier.