Resuelto a vencer o morir, Caupolicán decide atacar Purén


Los soldados del rey, recobrado el ánimo, atravesaron las aguas del Bío-Bío e invadieron las tierras de Arauco.

Ante esta novedad, Caupolicán, luego de recontar sus fuerzas, desafió al enemigo acampado en Millarapué y, al día siguiente, se lanzó sobre él. En la reñida lucha ambos bandos hicieron prodigios de valor, pero tocó a los indígenas llevar la peor parte, pues al caer la noche

“tendidos en el campo amontonados, los indómitos bárbaros quedaron...”

Así fue como, mientras los vencedores se restablecían en la posición donde Valdivia fuera muerto, los vencidos deliberaban presididos por Caupolicán, que les conminó en los siguientes términos:

“Conviene ¡oh gran Senado religioso! que vencer o morir determinemos, y en sólo nuestro brazo valeroso como último remedio confiemos...”

Determinados a vencer o a morir, encamináronse hacia Purén, a través de cuya empalizada colóse un espía -Pran de nombre- que en el interior del fuerte se relacionó con otro indio, llamado Andresillo, quien, ocultando su condición de yanacona, esto es, de servidor y amigo de los españoles, pudo sonsacarle cuanto sabía de las intenciones de Caupolicán.

Los dos taimados sujetos, después de arreglar una cita para la jornada siguiente, alejáronse por opuesto rumbo, pues el uno corrió a llevar sus valiosos informes al cacique araucano y el otro corrió a comunicar sus valiosas revelaciones al jefe español.

Este último, que se apellidaba Reinoso, abrazó al yanacona alabando su astucia y prometiéndole pagarle muy bien. Y sin más, planearon la forma de atraer a Caupolicán.

A ese objeto, apenas rayó el nuevo día, fue Andresillo a reunirse con Pran, quien le guió hasta el campamento donde Caupolicán, en la convicción de tratar con un decidido patriota, le saludó dándole el título de capitán y le prometió hacerlo cacique de la parcialidad que él mismo escogiese.