Sir Brian refiere los hechos de Ivanohe y reta a éste a combate


-Señor peregrino -exclamó despectivamente sir Brian de Bois-Guilbert-, esa falta de memoria no os servirá para vuestro propósito. Yo os diré el nombre del caballero, ante cuya lanza, por azar de mi mala fortuna y culpa de mi caballo, vine a caer en tierra: era el caballero Ivanhoe. Aun siendo tan joven, pocos le aventajaban en nombradía. Sin embargo, digo ahora y lo proclamo en alta voz, que si está en Inglaterra, le reto para el torneo de San Juan de Acre, esta semana, montado y armado como ahora, dándole ventaja en las armas, y me atengo a lo que resulte de la lucha que sostendremos.

-Vuestro reto podrá quedar pronto contestado, cuando tengáis cerca a vuestro adversario -replicó el peregrino-. Si Ivanhoe ha vuelto de Palestina, yo estoy seguro de que os vendrá a encontrar. Y al decir esto, puso sobre la mesa una cajita de marfil que contenía una sagrada reliquia. En respuesta, el templario se quitó del cuello la cadena de oro que llevaba, y exclamó:

-Recoged, prior Aymer, mi apuesta y la de ese vagabundo innominado, quedando convenido que, si el caballero Ivanhoe desembarca en las cuatro playas de Bretaña, acepta el reto de Brian de Bois-Guilbert, y, a no hacerlo, quedará declarado cobarde en todos los muros de las fortalezas del Temple en Europa.