La historia de los dos hombres privados de bienes materiales


Un día dijo el conde Lucanor a Patronio que, aunque su padre le había dejado grandes heredades y sumas de dinero, que constituían una inmensa fortuna, le preocupaba a menudo el pensamiento de que podía perderlo todo, como ha sucedido a tantos otros, y verse reducido a ganar el cotidiano sustento, en cuyo caso él moriría seguramente de hambre, porque no le habían enseñado a trabajar. A la verdad, el conde era rico y poderoso, pero había en el mundo otros más ricos y poderosos que él, que podían apoderarse de todo lo que le pertenecía.

Patronio le contestó que era locura afligirse por males que quizá nunca vendrían sobre nosotros, y que no hay pobreza en el mundo que no pueda resistirse con firme voluntad. E inmediatamente le contó la historia de dos hombres que se vieron privados de bienes materiales.

"Un comerciante había sido muy rico, y prósperos sus negocios, hasta que la fortuna le volvió la espalda, perdió cuanto tenía y quedó sin techo que le cobijase y sin un bocado de pan siquiera que llevar a la boca. Vagando un día por los bosques, encontró algunas cerezas silvestres y empezó a comerlas, arrojando los huesos. Sus ojos se llenaron de lágrimas al reflexionar que él, tan rico en un tiempo, se veía reducido a comer aquellas cerezas silvestres, para no morir de hambre. De pronto oyó tras sí un ruido, y volviéndose vio a un hombre, que había sido también negociante, y mucho más rico que él, quien iba recogiendo los huesos de las cerezas y los rompía con una piedra, para comer la almendrilla que contenían, y este hombre le daba humildemente las gracias por ir arrojando los huesos de las cerezas, cuyas almendras le preservaban de perecer de hambre. La miseria aproximó a los dos hombres, se aconsejaron y consolaron mutuamente y hallaron trabajo, que les permitió verse liberados de la triste pobreza."

Patronio dijo al conde Lucanor que no hay hombre tan mísero en este mundo que no pueda hallar a otro aun más mísero que él, y que no hay pobreza tan extremada, de la cual no podamos librarnos mediante una voluntad firme y decidida.